En la página setenta y ocho de Placebo, el narrador, montado en el hombro de Becerra, único protagonista de esta nueva nouvelle de José María Brindisi, advierte: “si no se supiera tan convencional creería que está a punto de enloquecer. Pero los tipos como él no enloquecen; tienen arritmias, a lo sumo, y a lo sumo mueren de un accidente en micro”. Sin embargo, como desde el principio, los lectores seguiremos sintiendo que este Becerra va a terminar aún peor que en un accidente; pero la certeza de que el final será inevitablemente trágico no desestima la necesidad de avanzar y avanzar en un texto que resulta tan atrapante como desesperanzador.
¿Quién es Luciano Becerra? Un hombre de cincuenti que hace muchos años, y a pocas materias de recibirse, abandonó la carrera de Filosofía para convertirse en un ajetreado consultor que durante el presente del relato va y viene de una mansión en el Tigre a bordo de su Audi flamante, y que para un observador desprevenido, un observador que no tuviera la posibilidad de acceder al flujo de su pensamiento como nos sucede a los lectores gracias a la pluma de Brindisi, podría parecer un vivo bárbaro: un tipo que como tantos otros no sólo ya no desea a su esposa sino que la detesta, y que compensa su hastío cotidiano con una amante estable y comprensiva (aunque después sospechemos junto con Becerra que no tanto).
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