¿Cuándo escribís? ¿Tenés algo así como una “rutina”?
Me gustan las mañanas para escribir. El silencio de las mañanas. Muy temprano, con el café. Pero últimamente escribo a cualquier hora, casi en cualquier lugar. Ando con mi cuaderno, escribo en el tren, en el subte… Pero sigo prefiriendo la mañana y la tranquilidad de mi casa.
¿Le dedicás todo el tiempo que te gustaría a escribir?
Sí. Siempre encuentro el momento para la escritura y le dedico mucho tiempo, al igual que a las traducciones. También es sano distraerse de vez en cuando, interrumpir, volver con otras ideas, con las ganas renovadas o con desesperación.
¿Sobre qué tema pensás que no vas a escribir nunca? ¿Por qué?
Nunca pensé que podría responder esta pregunta. Tengo temas que me obsesionan y me gusta agotarlos y enfrentarlos en la escritura, o que ellos me agoten. Pero me doy cuenta de que cuando plasmo una obsesión, aparece otra, y otra, ¿será que se desentierran mutuamente?
¿Últimos tres libros que hayas leído y te hubiera gustado escribir a vos?
Los últimos tres libros que leí no sé si podría haberlos escrito. Como jugando reformulo la pregunta para decir que estos tres libros me gustan porque en cada uno están las huellas que yo naturalmente no podría dejar, y por eso me atraen esas obras. El primer libro es “Lectura de manos en Lisboa” de Julia Wong (Melón Editora), un libro de poesía narrativa, agreste, carnal, por momentos sorprendentemente delicada, para decirlo de un modo más coloquial, cada poema va por todo y explota dejando al descubierto las asperezas y las alegrías de la vida. El segundo libro, aunque aún no he terminado de leerlo, es “El silbador” (Editorial Letranómada), una breve novela de Ondjaki, un joven narrador africano. Cada vez que abro su libro, aparece el llamado de la naturaleza y los murmullos de una aldea desconocida pero al mismo tiempo familiar para mí. Es una novela sensorial y envuelta en poesía, y hasta ahora seguí embelesada su silbido. El último, es una breve antología de dos poetas rusas, de Tsvetáieva y de Ajmátova, que se titula “Rojo torrente de fresas” (Leviatán). Lo leí interesada en la traducción que se ha hecho de estas dos poetas a las que siempre vuelvo.
¿Estás escribiendo algo nuevo ahora? ¿Qué?
Estoy escribiendo un poemario que por ahora se llama “Rituales”, temo que el nombre pueda desaparecer o cambiar. También el poemario. Pero creo que por ahora hay una tensión vital. Se trata de poemas más narrativos, poemas que se obsesionaron con los rituales de la vida, y en esa obsesión inventaron otros rituales.
2 comentarios:
Los rituales tienen palabras muy bonitas en antropología. Tenes la palabra liminalidad, communitas, iniciados. Tendria que ponerme a pensar más, pero creo que algún día podríamos charlar. Desde la liminalidad (que es como la marginalidad pero menos marginal jajaja) se puede escribir muchísimo
Besos Natalia
Agustín
Los rituales tienen palabras muy bonitas en antropología. Tenes la palabra liminalidad, communitas, iniciados. Tendria que ponerme a pensar más, pero creo que algún día podríamos charlar.
Besos Natalia
Agustín
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