BEBER EN ROJO
de Alberto Laiseca
Muerde Muertos, 2012
por Fernando Figueras
¿Ha leído usted la
novela Drácula, de Bram Stoker? Me
encantaría saber que sí, aunque no me extrañaría si su respuesta fuese negativa.
Se lo digo, estimado lector, porque tengo la sensación de que es una de esas
historias que todos conocen pero que pocos han leído. Incluso creo que muchos no
podrían responder correctamente si se les preguntase quién la escribió (pobre
Bram). Drácula es un personaje muy popular —gracias al cine y la tradición
oral—, sin necesidad de que la gente haya abordado la lectura de la novela que
hizo trascender al vampiro, con lo cual se producen algunas confusiones, a
saber: la verdadera historia, ¿cuál es? ¿La de la película de Tod Browning, con
Bela Lugosi? ¿La de Coppola? ¿La que me contó mi tía? ¿El Nosferatu de Murnau o el de Herzog?
Leí Drácula hace unos años.
Me gustó, claro, pero mientras la leía sentía la necesidad de más Drácula y menos
Van Helsing. El Conde
se presenta con toda su fuerza al principio (pocas veces me estremeció tanto la
aparición de un personaje en una obra) y luego se pierde entre barcos y
sarcófagos. Está, pero calla, y el protagonismo recae en el Dr. Van Insoportable Helsing, que no hace más
que alardear anunciando a cada rato que él ya sabe “qué hay que hacer”, pero
que aún no lo va a decir porque los otros no están preparados para escucharlo. ¡Típico
de doctor!
Por suerte, Beber en rojo, de
Alberto Laiseca, nos trae a un Drácula en su esplendor. Charlatán, bebedor, fumador,
de exagerados bigotes nietzcheanos, enamoradizo y sensual. Y con Van Helsing
reducido a unas pocas líneas.
Aquí la cosa es así: Jonathan Harker viaja a los Cárpatos, pero esta
vez en condición de bibliotecario. Deberá clasificar el casi millón de libros
que posee el Conde. Pero además irá al encuentro del Monstruo siendo consciente
de que su rival es un extraño ser que se alimenta con sangre y teniendo como
objetivo entrar en su cripta para matarlo. Claro que Drácula sabe por vampiro,
pero más sabe por inmortal, y matarlo se vuelve imposible, entre otras razones
porque con el correr de los días ambos comienzan a sentir un afecto propio de
toda relación entre un Maestro y su Discípulo (palabra que, si se me permite,
también merece ser escrita con mayúscula).
Los días pasan amenizados por charlas de todo tipo, en las cuales
tiene gran protagonismo la Astrología, materia que el Maestro domina y en la
que iniciará a Harker. Así, de a poco, irán corriéndose los velos de los
personajes creados por Stoker para dar lugar a los de Laiseca. Es entonces
cuando Drácula se confiesa misógino, aunque con deseos de cambiar. Y este es,
en definitiva, el gran motor que hace andar esta historia. Lucy Humboldt,
esposa de Jonathan, llegará al castillo y será ella quien abrirá la puerta del
cambio para el Monstruo, la que lo ayudará a crecer.
Entretanto, Harker se dedica a escribir un ensayo maravilloso que
ocupa la parte central de Beber en rojo.
Es un completísimo (y muy divertido) estudio sobre la importancia del monstruo
en el arte ,
donde Laiseca muestra su vasto conocimiento y sus opiniones acerca de los
monstruos (esos seres “únicos en su especie”) en el cine y la literatura.
Imperdible para los amantes del género.
Laiseca logra en Beber en rojo
algo muy difícil de conseguir: un texto divertido y profundo a la vez. Así es su mundo, así es
su literatura. Única. Monstruosa.
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