NUESTRA SEÑORA DE HIROSHIMA
de Patricio Chaija
Simurg, 2012
por José María Marcos
Nuestra Señora de Hiroshima, de Patricio Chaija, es una novela que mirada desde
la literatura anglosajona de aventuras podría ser catalogada como fantasy, pero
que tal vez sea más justo ubicarla en una perspectiva oriental y percibirla como
una historia de fantasmas.
Contada con un
registro coloquial marcadamente argentino, esta nueva obra de Chaija reescribe-reinventa
la historia de Sadako Sasaki, “la niña de las mil grullas”, que vivía en Hiroshima
cerca del Puente Misasa cuando Estados Unidos arrojó dos bombas atómicas sobre
la población civil.
Sadako tenía 2 años el 6 de agosto de 1945,
y crece como una niña sana hasta que 9 años más tarde se le descubre leucemia. Su
amiga Chizuko Hamamoto le cuenta que los dioses pueden conceder un deseo a
quienes realicen mil grullas de origami. Chizuko le regala la primera grulla, en
papel dorado, y Sadako inicia su tarea con la esperanza de volver a correr. Sadako
conoce a un niño muy enfermo y lo anima a imitarla, pero él responde: “Moriré
esta noche”. Sadako considera injusto pedir la curación solamente para ella, y
trabaja pensando en que su esfuerzo sirva para traer la paz mundial y la curación a todas las
víctimas.
Sadako muere el 25 de
octubre de 1955, a
los 12 años de edad, habiendo fabricado 644 aves de papel. Sus compañeros siguen
su legado y alcanzan las mil grullas. En 1958, en el Parque de la Paz de
Hiroshima, se construye una estatua dedicada en su memoria, con la siguiente
leyenda: “Éste es nuestro grito, es nuestra plegaria: que haya paz en el
mundo”.
La historia de Chaija
pone a Laura ,
una pequeña argentina, junto a Sadako en el momento de la explosión. Hasta ese
entonces, Laura está de vacaciones en Tokio con sus padres y es apenas una niña
caprichosa.
Sin detenerse en
explicaciones y dando por sentada la historia de Sadako —abordada en occidente
por obras como la novela Sadako y las mil
grullas de papel, de Eleanor Coerr, o Mil
grullas, de Elsa Bornemann—, la novela ingresa de inmediato en una zona espectral
de aventuras, un poco en trazo grueso a
la manera de los mangas japoneses, donde los personajes
pueden transformarse en otra cosa sin dar mayores explicaciones. De esta
manera, se inicia una peregrinación hacia “Nuestra Señora de Hiroshima”, por
parte de Laura y Sadako, acompañados por “Neko” (el gato oriental de la suerte).
Durante la travesía,
la sombra de la “Señora” se palpa como un rumor ácido, el punto desde donde ha
partido el desastre y, también, la meta donde hay que llegar para intentar
ponerle un freno a la
tragedia. En el camino, aparecen diversos personajes que confrontan al dúo con
sus deseos y su destino.
Nuestra Señora de Hiroshima describe la toma de conciencia del mundo por parte de
Laura. Narra el momento en que las grullas de Sadako dejan de ser una fantasía
para sobrellevar el dolor y se transforman en una súplica a favor de la vida.
Un clamor que trasciende las fronteras y se vuelve universal.
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