Antología
Ediciones EPC de Periodismo y Comunicación, 2013
por Melina Díaz
Narrar en grito, recrear con cadencia
Narrar en grito, recrear con cadencia
Cincuenta años son suficientes para atreverse a sesgar la frase de Ernesto Sábato "El principal problema del escritor tal vez sea el de evitar la tentación de juntar palabras para hacer una obra”. La palabra “atreverse” es el eje cardinal de Dispensario, antología de relatos producto del trabajo realizado en el Laboratorio de Ideas y Textos Inteligentes Narrativos (LITIN) de la Facultad de Comunicación y Periodismo de La Plata: un entramado textual producido por trece alumnos que afrontaron las palabras ajenas, animándose a dispersarlas, reubicarlas, desarticularlas y cambiarles el sentido.
Para Marina Arias y Ulises Cremonte, coordinadores del LITIN, el pilar fundamental de Dispensario fue la dinámica grupal, el trabajo colaborativo y la construcción colectiva. Como una inflexión satírica, el trabajo tuvo dos etapas apodadas “desafío actimel” y “Mashup”. En la primera, y siguiendo el supuesto método de César Aira –redactar una página por día sin poder editar lo anterior–, cada participante escribió una página durante cinco días. En la segunda, otro escritor se adueñó de una producción ajena, produciendo un texto independiente y diverso. El resultado fue una audaz mixtura de trece cuentos con sus respectivas reediciones, más otra historia con tres versiones diferentes.
Las 197 páginas de Dispensario son una muestra de que es posible la diversidad de formas y estilos para abordar una historia primera. Animarse a ser un ajeno respetuoso en contacto con una producción que se revela. La puntuación de las secuencias de redacción se deslizan, invitando al lector a asumir el rol de jugador audaz: distanciarse de lo establecido y del relato unívoco. El desafío actimel está cargado de gritos de ahogo, de hechos que agobian y son expulsados; mientras que el Mashup es una cadencia constante que apacigua la deshonra en una narración fluida y ondulante. Cada uno de los cuentos describe historias cargadas de un realismo tangible, que permite edificar un puente de conexión participante-lector.
El prólogo presenta un GPS de cada uno de los escritores –su registro, fuerte, poder y kriptonita–, que como una exaltación desborda su producción literaria. En cada cuento se vislumbran las huellas personales, el sistema de posicionamiento y la lectura que cada escritor hace del mundo. Dispensario refleja una provocación a la dialéctica existencial: Leonel, Pilar, Silvana, Franco, Luciana, Ulises, Josefina, Mercedes, Agustina, Francisco, Carolina, Joaquín, Melissa y Juan Manuel despliegan su alma encarnada en los personajes, quienes violentamente luchan entre –y dentro– de sí. Y el rol del Mashup está en aliviar esa lucha desgarradora y melancólica del creador primero, presentando una puerta de salida alternativa.
La ilustración de tapa de Dispensario es una provocación a los lectores que se sumergen en las historias colmadas de sentimientos, anécdotas, pérdidas, bajezas, miedos e ironía. En lugar de brindar medicamentos para que otros utilicen, estos estudiantes de tercer y cuarto año de su carrera se sirven de los signos textuales para transitar distintos planos. Es una exaltación de la dimensión lúdica de la literatura, convirtiendo en un gran juego al aprendizaje de la escritura. Predomina en los cuentos un estilo coloquial, sencillo, mundano, edificando una conexión con el lector. Sin embargo, la simpleza de los actos y consecuencias de los personajes no es obstáculo para dejar entrever la complejidad de sus escritores. Se permite imaginar a estos jóvenes ocultos, con sus infamias y mezquindades mediante sus abstracciones de la realidad inmediata y cotidiana.
No son las palabras las que hicieron Dispensario, sino al revés: la Antología de estos 14 escritores realzó el poder de la palabra como una armadura para narrar historias cargadas de una subjetividad imperante sin un curso coartado. Arias y Cremonte afrontaron esta clínica de autor como una ayuda para el aprendizaje de la escritura desconociendo –o quizá omitiendo ingenuamente– su secuela secundaria: que la segunda etapa del trabajo traería, junto con una creciente calidad y consistencia literaria, una vía de escape y un hermoso refugio a la pavura de la cotidianeidad. Para escritor y lector, existe otro modo posible de narrar la historia, de vivir las circunstancias, buscando el orden en el tumulto, la calma en la inquietud.
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