EL CUERPO ENCUENTRA UN TEXTO (de Margo Glantz) y CONTRAMARCHA (de María Moreno), por Juan José Burzi


EL CUERPO ENCUENTRA UN TEXTO
de Margo Glantz
Ampersand, 2019

CONTRAMARCHA
de María Moreno
Ampersand, 2020

por Juan José Burzi

El sello Ampersand inauguró en 2017 la colección Lector&s, dirigida por Graciela Batticuore. La premisa de la colección es convocar a escritores consagrados para que cuenten acerca de sus lecturas formativas. De esta forma, autores como Tamara Kamenszain, Sylvia Iparraguirre, Edgardo Cozarinsky, Alan Pauls, eligieron el ensayo, el relato autobiográfico, las memorias, para dar cuenta de sus inicios como lectores.

En este caso, son dos autoras sobre las que tratan esta reseña. Una es la mexicana Margo Glantz, con El texto encuentra un cuerpo, y la otra es María Moreno, con Contramarcha. 

Con dos enfoques totalmente distintos, en estos libros late un espíritu feminista que los emparenta.

En El texto encuentra un cuerpo, Margo Glantz anticipa que se valdrá del fragmento, una forma que eligió desde sus orígenes literarios. El libro se compone de 40 ensayos de entre 3 y 5 carillas, a veces menos aún, donde el lugar asignado a la mujer en la literatura es un denominador común en la mayoría de los casos. Abarcando a autores tan diferentes como Diderot, Sade, Austen, Bataille, Woolf, la lectura que hace Glantz muchas veces sorprende por lo original.

María Moreno, en cambio, escoge una forma de autobiografía novelada donde tienen tanto peso sus diferentes vivencias como los autores que nombra. Así nos enteramos de su temprana afición a la radio, antes que a los libros; de su preferencia por Edmundo de Amicis y Corazón, de las lecturas de Mujercitas. Y del inesperado encuentro con la literatura erótica de Colette, cuando una tarde su madre le compra un libro sin saber de qué trataba el mismo. Era dejar la inocencia, ser, sin saberlo, una especie de “iniciada”.

Tal vez uno de los mejores momentos de Contramarcha sean las páginas dedicadas a su relación con la literatura de Simone de Beauvoir, a quien lee gracias a un compañero de la escuela nocturna, que le regala El Principito y Memorias de una joven formal. “Comencé a leer. Comencé a vivir”, escribe la autora, y en varios capítulos da cuenta de la atenta lectura de Beauvoir y de su forma de entender el feminismo que la autora francesa profesaba.

Margo Glantz, por su parte, ofrece una lúcida mirada sobre un grupo de autoras (Jane Austen, las hermanas Brontë, Perkins Gilman, Edith Warthon, Virginia Woolf), analizando sus obras y su condición de mujeres en las épocas que les tocó escribir. Lo hace sin gritos ni proselitismo exagerado, sino a media voz, diseccionando esas sociedades en unas pocas páginas y de una forma elegante y erudita.

Una curiosidad: Glantz confiesa en uno de sus ensayos la imposibilidad de soportar finales infelices, y asegura no haber podido volver a leer Crimen y castigo de Dostoievski ni Las palmeras salvajes de Faulkner. Es casi como una fobia.

Y si de fobia se trata, el libro de María Moreno gira en torno a la fobia que la alcanza al momento de ejercer su “contramarcha”: sin saber qué hacer cuando se encuentra en la parada del colectivo con su profesora de Castellano y esta no acepta que ella le cediera el lugar para subir. Sin motivos de peso, María Moreno (en ese entonces aún María Cristina Forero), deserta de subir al colectivo, así como también de la escuela secundaria. Escribe al respecto: “La contramarcha no es la retirada, es un cambio de dirección por razones de estrategia. Mi acto, que cambiará mi vida, no es una decisión, o tal vez lo sea sin que yo lo sepa. Si había un destino para mí, no lo eludía rebelándose, sino por imposibilidad de seguirlo. La fobia hace su aparición”.

El texto encuentra un cuerpo y Contramarcha, entonces, son dos libros con diferentes propuestas de lectura y con algunas coincidencias. Dos mundos intensos y apasionantes, como es toda relación apasionada con la lectura.  

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