El sello Ampersand inauguró en 2017 la colección Lector&s, dirigida por Graciela Batticuore. La premisa de la colección es convocar a escritores consagrados para que cuenten acerca de sus lecturas formativas. De esta forma, autores como Tamara Kamenszain, Sylvia Iparraguirre, Edgardo Cozarinsky, Alan Pauls, eligieron el ensayo, el relato autobiográfico, las memorias, para dar cuenta de sus inicios como lectores.
En este caso,
son dos autoras sobre las que tratan esta reseña. Una es la mexicana Margo Glantz,
con El texto encuentra un cuerpo, y
la otra es María Moreno, con Contramarcha.
Con dos enfoques totalmente distintos, en estos libros late un espíritu feminista que los emparenta.
En El texto encuentra un cuerpo, Margo
Glantz anticipa que se valdrá del fragmento, una forma que eligió desde sus
orígenes literarios. El libro se compone de 40 ensayos de entre 3 y 5 carillas,
a veces menos aún, donde el lugar asignado a la mujer en la literatura es un
denominador común en la mayoría de los casos. Abarcando a autores tan
diferentes como Diderot, Sade, Austen, Bataille, Woolf, la lectura que hace
Glantz muchas veces sorprende por lo original.
María Moreno,
en cambio, escoge una forma de autobiografía novelada donde tienen tanto peso
sus diferentes vivencias como los autores que nombra. Así nos enteramos de su
temprana afición a la radio, antes que a los libros; de su preferencia por
Edmundo de Amicis y Corazón, de las
lecturas de Mujercitas. Y del
inesperado encuentro con la literatura erótica de Colette, cuando una tarde su
madre le compra un libro sin saber de qué trataba el mismo. Era dejar la
inocencia, ser, sin saberlo, una especie de “iniciada”.
Tal vez uno de
los mejores momentos de Contramarcha
sean las páginas dedicadas a su relación con la literatura de Simone de
Beauvoir, a quien lee gracias a un compañero de la escuela nocturna, que le
regala El Principito y Memorias de una joven formal. “Comencé a
leer. Comencé a vivir”, escribe la autora, y en varios capítulos da cuenta de
la atenta lectura de Beauvoir y de su forma de entender el feminismo que la
autora francesa profesaba.
Margo Glantz,
por su parte, ofrece una lúcida mirada sobre un grupo de autoras (Jane Austen,
las hermanas Brontë, Perkins Gilman, Edith Warthon, Virginia Woolf), analizando
sus obras y su condición de mujeres en las épocas que les tocó escribir. Lo
hace sin gritos ni proselitismo exagerado, sino a media voz, diseccionando esas
sociedades en unas pocas páginas y de una forma elegante y erudita.
Una curiosidad:
Glantz confiesa en uno de sus ensayos la imposibilidad de soportar finales
infelices, y asegura no haber podido volver a leer Crimen y castigo de Dostoievski ni Las palmeras salvajes de Faulkner. Es casi como una fobia.
Y si de fobia
se trata, el libro de María Moreno gira en torno a la fobia que la alcanza al
momento de ejercer su “contramarcha”: sin saber qué hacer cuando se encuentra
en la parada del colectivo con su profesora de Castellano y esta no acepta que
ella le cediera el lugar para subir. Sin motivos de peso, María Moreno (en ese
entonces aún María Cristina Forero), deserta de subir al colectivo, así como
también de la escuela secundaria. Escribe al respecto: “La contramarcha no es la retirada, es un cambio de dirección por
razones de estrategia. Mi acto, que cambiará mi vida, no es una decisión, o tal
vez lo sea sin que yo lo sepa. Si había un destino para mí, no lo eludía
rebelándose, sino por imposibilidad de seguirlo. La fobia hace su aparición”.
El texto encuentra un cuerpo y Contramarcha,
entonces, son dos libros con diferentes propuestas de lectura y con algunas
coincidencias. Dos mundos intensos y apasionantes, como es toda relación
apasionada con la lectura.
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