No soy un autor de género, ni lo
seré, huyo de las etiquetas porque te limitan creativamente. En mis novelas se
combinan los elementos íntimos con los fantásticos, como en mi vida.
En realidad, la calidad de una
obra es lo único que me interesa y valoro, no
hago ninguna otra diferencia.
En mi caso, en todas mis novelas
aparecen mis sueños reales, incluso alguna novela se basa en un sueño, o una
pesadilla. Para mí, las novelas que se han basado en mis sueños son autobiográficas
y realistas, porque mis sueños forman parte de mi vida real, y estoy tan viva
dormida como despierta.
Mis experiencias oníricas son tan
reales como las de la vigilía. Siento que la frontera entre mi vida onírica y la
vida de mi vigilía es la misma línea que separa el día y la noche.
Es cierto que existen prejuicios
contra la calificada literatura de género. Por ejemplo, hay autores excelentes como J. G. Ballard, que no gozan del
merecido prestigio que se merecen porque sus historias
plantean distopías y temáticas de ciencia ficción.
Pero la Historia de la Literatura no es precisamente la historia de la Justicia, sino que es un reflejo de la historia en general: Hay
autores prestigiosos que están muy sobrevalorados, y viceversa.
B- ¿Qué autores o artistas fueron y son sus influencias para su escritura? ¿Qué libros le dieron realmente miedo? ¿Por qué?
Citaré las primeras lecturas que
me influyeron de forma definitiva. En la biblioteca de la casa paterna había un
volumen con las obras completas de Oscar Wilde.
A los nueve años de edad leí todos sus cuentos, y me gustaron tanto que seguí leyendo
el libro. Recuerdo mi precoz fascinación
por El retrato de Dorian Gray y El crimen de Lord Arthur Savile.
En la infancia también leí todos
los libros sobre mitología clásica griega que encontré en casa. Los mitos griegos
y cristianos me han marcado por igual. Fui a un colegio de monjas, y aunque me
declaro agnóstica, algunas lecturas de la Biblia me siguen apasionando. Ambas
mitologías se reflejan en mi novela: El beso del ángel.
Estas primeras lecturas las alterné
con los cuentos de Grimm, Andersen,
Perrault, Lewis
Carroll… O E.T.A. Hoffmann, que se convirtió en el protagonista de mi penúltima novela: Ondina o la ira del fuego.
En la adolescencia descubrí a Poe
y a Borges, que volvieron a transportarme al otro lado del espejo. Alternaba el
miedo que me provocaban las lecturas de Frankenstein,
o Dracula, con las lecturas vibrantes de los
autores de la Generación Beat, que siguen latiendo con intensidad en mi corazón.
En la primera juventud me
deslumbraron y apasionaron los inalcanzables escritores rusos, cuya influencia
late en mi última novela: Las amantes boreales.
C- ¿Qué elementos considera que debe tener en cuenta un escritor de género de terror hoy en día? ¿Considera que el género debe renovarse, ve algún tipo de cambio a futuro?
Diferentes lectores me han
confesado que sintieron miedo leyendo Mordake o la
condición infame, El coleccionista de almas perdidas, Anoche anduve sobre las aguas… Pero no considero
que sean novelas de terror, aunque para mí es esencial mantener el
misterio en todas mis historias. Creo que trasmitir miedo es tan importante
como comunicar otras emociones: amor, repulsión, ira, gozo….
Necesitaría escribir un artículo para
poder responder lo que será o desearía que fuese la literatura del futuro. En
mi caso, es un viaje personal, la búsqueda de una inalcanzable perfección a
través del arte o la literatura.
Si miro al pasado citaré Otra vuelta de tuerca de Henry
James como referencia del perfecto equilibrio y fusión de
literatura realista y fantástica.
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