PENSAMIENTOS (INCOMPLETOS) SOBRE LA LITERATURA DE TERROR, por Juan José Burzi

EDITORIAL DOSSIER LITERATURA DE TERROR

PENSAMIENTOS (INCOMPLETOS) SOBRE LA LITERATURA DE TERROR
por Juan José Burzi


¿Es, la llamada “literatura de terror”, una literatura de segundo orden?

Desde mi punto de vista, la respuesta es un inmenso “no”. Y si no considero a la literatura de terror menos que otros tipos de literatura, es porque pienso en autores como Edgar Poe, Robert Aickman, Arthur Machen, Vernon Lee, Clive Barker. Son escritores cuya obra excede el género.  A veces por lo subversivo de su contenido (como en el caso de Clive Barker), a veces por la profundidad psicológica (Poe), por el trabajo entre mitología y cultura y lo sobrenatural (Machen, Lee), por la cercanía a “lo siniestro” en el caso de casi todos.

Sin embargo, casi no leo literatura “de género”. Toda literatura de género tiene ciertos parámetros o reglas que terminan siendo una cárcel en sí mismas. Se vuelve bastante previsible y, en el peor de los casos, un cúmulo de lugares comunes (tal vez por eso leo las novelas de Simenon que no pertenecen al universo de Maigret). Hablando específicamente del terror, me sucede que finalizo disconforme, aburrido y hasta desanimado después de leer autores que, supuestamente, trabajan en ese género.

¿Por qué? Son varios los factores, puedo mencionar algunos. Por un lado, me aburre esa concepción del “terror” (en realidad, en todo tipo de literatura) donde se busca un efecto sorpresivo o final. Tampoco me llaman la atención las descripciones sangrientas de cortes y mutilaciones sin un contexto que sostenga esas escenas. Lo mismo me sucede con las copias baratas de Lovecraft, o los usos y abusos de recursos ya vistos (por ej: vampiros y sexo, venganzas desde el más allá, maldiciones, etc) En los cuentos de terror, muchas veces la muerte es, de una manera u otra, un fin temido, como si la locura, el peso de la existencia, o lo desconocido no fueran factores aún más terribles que morir. Otro factor, y con esto termino esta enumeración algo caótica, incompleta y caprichosa, es la aparente falta de apertura de los autores de terror, como si sus lecturas y consumos culturales no excedieran el género, creando así una cadena de consumo-producción endogámica que, todos lo sabemos, no da los mejores resultados.

En esencia, y para resumir, creo que hay un estancamiento en la literatura de terror, y que así como hay miedos y temáticas que no saben de épocas, hay otras que sí deben pensarse y replantearse para abordar un género que, más que asustar, aburre. Ya lo dijo alguien por ahí: la pornografía del siglo XXI está más cerca de ser concebida en una mesa de autopsias que en una cama. Algo similar sucede con el horror.

Pero esta es solamente una mirada parcial y muy personal, y puntualmente espero que sirva de introducción a esta serie de testimonios que solicité a autores de cuentos y novelas que se inscriben en la llamada “literatura de terror”.

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