C. E. Feiling falleció en 1997 a los 36
años, pero en un proyecto de exploración con los géneros que quedó trunco llegó
a escribir, además de un libro de poemas, tres novelas: un policial, una de
aventuras y una de terror. Si bien el terror en la literatura argentina ya
aparecía en la época de El matadero
de Echeverría, El mal menor exploraba
el género de una manera más pura y abierta como no era frecuente en la
literatura en español, aunque su inspiración y evidente conocimiento proviniese
más que nada del terror norteamericano contemporáneo. Hasta hace poco
inconseguible, La Bestia Equilátera reedita El
mal menor al mismo tiempo que se estrena la libre adaptación
cinematográfica dirigida por Natalia Meta (El
Prófugo) y vuelve a poner en panorama al escritor que se nos fue demasiado
temprano.
La novela en cuestión empieza con una
escena muy característica del género en la cual una situación mundana y
cotidiana empieza a tornarse extraña como manera de anticiparse a lo que sucederá
después: a la protagonista le golpea la puerta una vecina quejándose de los
taquitos que caminaban sobre su techo toda la noche anterior a lo que ella
responde que todavía el departamento no estaba habitado porque acababa de
mudarse. Esta protagonista es Inés, una mujer joven y exitosa, dueña a medias
junto a su socio y amigo Alberto de un elegante restaurante en San Telmo, divorciada
y recientemente en una pareja que parecería estar tornándose más seria de lo
que la hace sentir cómoda. También bebe y esnifa cocaína y es quien le pone su
voz en primera persona a una de las líneas narrativas. Un personaje femenino
muy interesante que rompe moldes pero a quien la realidad pronto empieza a
torcérsele a través de pesadillas que parecen corporizarse.
Por otro lado está Nelson, un tarotista
que vive con su madre postrada, una señora mayor de quien se siente obligado e
incapaz al mismo tiempo de ser su sucesor porque la mujer de aparente
fragilidad en realidad posee un creciente poder. Lo que une ambas líneas, esta otra
en tercera persona, es el misterioso y sugerente mundo de los sueños, los
arcontes y la amenaza de un visitante, un prófugo, hacia el mundo terrenal.
Estos arcontes son unos pocos seres de
mayor sensibilidad, algo así como guardianes que intentan impedir que los
prófugos pasen por el Cerco que nos mantiene a salvo para llegar a la Vigilia,
lo que sería nuestro mundo real, y para eso han aprendido a no soñar. Para
ellos las personas normales pasan a ser simples soñadores.
“Es
una bendición, créeme. Vivir en los sueños de las personas; ser susurrado en
las esquinas de las calles, pero no tener que estar. ¿Lo entiendes?”, se
leía en el cuento Lo prohibido, de
los Libros de Sangre de Clive Barker,
aquel que inspiraría Candyman, una de
las varias películas que aparecen mencionadas en la novela. Acá este prófugo
utiliza las pesadillas de Inés con el fin de hacerse más fuerte y ambos
personajes tendrán que unirse para impedir el peor destino, porque el traspaso
de uno abriría otros. La amenaza de que el mundo como lo conocemos se
desmorone.
Salvo unas pocas aunque importantes
escenas en el exterior, toda la novela sucede en una Buenos Aires de los 90s
inquietantemente familiar. Pero no sólo de terror se vive y Feiling consigue un
tono con pizcas de humor y de ironía que ayudan a una lectura rápida e
ininterrumpida. Los personajes son atractivos y te arrastran con ellos a través
de las páginas.
Más allá de una trama que a simple vista
podría parecer enrevesada, El mal menor
cuenta con una prosa simple que apela a lo directo y sin vueltas rebuscadas ni
largas descripciones, al mismo tiempo que combina toda una mitología con la
psicología del inconsciente. Porque qué más tenebroso que lo que proviene de
una zona que está dentro nuestro, que escapa a la lógica, que conoce cada
temor, cada deseo, y a la que al mismo tiempo no podemos controlar, que nos
enfrenta a lo que buscamos contener o pretender que no existe en nuestro día a
día, desconocida y al mismo tiempo familiar. Freud establecía que todos los
sueños representan la realización de un deseo por parte del soñador, incluso las
pesadillas. “Nadie merece soñar,
acostarse todas las noches de su vida sabiendo que va a ser juguete de aquello
mismo que emplea cada día en reprimir”, escribe Feiling en su novela que
parece anticiparse a mucho de lo que actualmente se escribe en la literatura
argentina de cruce de géneros.
En ese mundo apenas corrido del que
conocemos, donde algo siniestro y sobrenatural choca con el orden cotidiano, el
escritor desarrolla su historia entre detalles penetrantes, como el particular
aroma que caracteriza a las ominosas presencias sobrenaturales, y referencias
populares del cine de terror. Hay más de Stephen King que la frase que funciona
como uno de los epígrafes; está esa idea de un terror que se siente cercano aún
dentro del perturbador universo onírico y al mismo tiempo resulta muy visual.
Es cierto que muchas de las escenas de
terror podrían pasar por clichés para el género. Pero también que, como subrayo
de la novela: “Aunque no habla bien del
ingenio de los seres humanos, es un hecho que las opiniones y frases trilladas,
cursis, suelen ser bastante ciertas.” Estamos ante una novela que más allá
de lo sobrenatural se siente cercana porque los miedos a la larga son
universales. “Vos sos la que te mastica
en sueños”, le aparece como mensaje a Inés en una de las pesadillas y deja
en el aire esa aterradora sensación de que todo proviene de una misma.
A la lograda construcción del terror
psicológico que juega todo el tiempo con la duda de qué es real y qué no, se le
suman unos pocos pero impactantes momentos de gore y un final que te despierta
como una cachetada que toma un tiempo asimilar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario