EL NIÑO DE INGOLSTADT (de Pascal Quignard), por Juan José Burzi

EL NIÑO DE INGOLSTADT
de Pascal Quignard
El cuenco de plata, 2022
por Juan José Burzi



El cuenco de plata nos trae el tomo X del proyecto literario-filosófico, por calificarlo de alguna manera, de Pascal Quignard llamado Último Reino. Este tomo se titula El niño de Ingolstadt, título que hace referencia a un cuento de los hermanos Grimm, y más tarde a una balada del siglo XVI, en la que un niño testarudo levanta su puño para desafiar a su madre terrible y expresarle su ira, incluso ya muerto, desde su tumba.

El tema del presente volumen es la atracción de todo lo falso en el arte y en los sueños. Este tema vasto e inagotable, lleva al autor a conducirse en múltiples direcciones: mitológica, folclórica, arqueológica, filológica, etc.

Como siempre, Quignard se mueve de un lado al otro, y parece dialogar, con la mayor naturalidad del mundo, con Confucio, Ovidio, Miguel Ángel, Petrarca, el cardenal Richelieu, Robert Nanteuil, Colette y Landru (una inolvidable escena los une), o incluso Chardin, que lloraba mientras dibujaba lo que preparaba para comer, y Pierre Molinier, que eyaculaba sobre sus lienzos. Recuerda especialmente las visitas a su amigo, el pintor Jean Rustin, cuyos rostros desconsolados y cuerpos atormentados admiraba tanto, con quien tocó a Bach, Mozart, Schubert, y al que luego acompañaba a comprar alcohol.

Una mención especial merece el capitulo V, en el cual el autor nos revela el germen del proyecto Último Reino: nos cuenta como en 1997, luego de un infarto y una hemorragia pulmonar, ingresa de urgencia a un hospital. Los médicos le dicen que debido a su estado, su vida está comprometida, y es entonces cuando decide escribir ¿textos, tratados, fragmentos? breves y a veces descarnados como si fueran los últimos. Así Pascal Quignard inicia un género propio, tan erudito y a la vez esencial, donde tienen lugar la filosofía, la retórica, la musicología, la narración, lecturas, semblanzas, memorias…

Por otro lado, como lo viene haciendo en otros tomos, Quignard cuestiona incansablemente la fascinación. La busca y la encuentra muchas veces, siempre ligada, bajo su dimensión sexual, con el origen y la muerte, los dos incognoscibles de la aventura humana.

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