NELSON SPECCHIA

NELSON SPECCHIA  

Politólogo, escritor y artista plástico. Fue Catedrático Jean Monnet (ad personam) en la UCC y es profesor titular regular ordinario en la UTN. Ha publicado la novela Giuseppe (Barcelona, 2001); los volúmenes de relatos El brujo (Plan de Lectura, 2009); La cena de Electra (Edhasa, 2016) Como un vaso sin whisky entre las manos (Hojas del Sur, 2021); y Traficantes de sangre (Yammal, 2022). En poesía, Poemas Montunos (2001); Cuaderno de bitácora (2004); Espejos nublados (2006); Otras geografías (2016); Ritos de paso (2017); Diálogos con demonios (2019); Mientras los veranos mueren (2020); Agua (2021) y Baruch y yo (2022), además de libros de crónicas y ensayos.

¿Qué libro, autor o tipo de literatura considera que está sobrevaluada? ¿Por qué?

Más que un autor o un título individual, creo que estamos llegando a un límite de posibilidad de una estilística, muy sobrevaluada (y sobrerrepresentada en los catálogos editoriales), que es aquella que gira en torno al relato apenas levemente ficcionado (o directamente sin ficción alguna) sobre los datos autobiográficos. Llámese autoficción, o algunas de las maneras sinónimas que ha ido asumiendo, considero que ha agotado hace tiempo su radicalidad, como cuña disruptiva en la narración que podríamos denominar clásica, para repetir una fórmula que termina inexorablemente dando como resultado historias medianamente intercambiables, porque, en definitiva, ninguna vida es tan excepcional para otro como puede parecerle a quién la vive (y la narra). Por lo demás, la carga de narcisismo que este tipo de relatos acarrea, ya me genera, como lector, un a priori negativo, antes inclusive de haber llegado a leer lo suficiente como para que se genere un juicio crítico volitivamente imparcial; “Vaya, vaya… -dice mi yo lector en un segundo plano, a las pocas páginas- otra sesión de terapia psicoanalítica cargada a la cuenta de la narrativa contemporánea…” Me gustaría ver una renovación, una vuelta de página, donde la imaginación y la creatividad desplacen del centro al testimonio, la confesión adolorida, la salida del armario, el saldo de facturas con paternidades o maternidades problemáticas, o la ironía falsamente ácida sobre la propia biografía.

¿Qué libro, autor o tipo de literatura considera que debería tener más atención o reconocimiento del que tiene? ¿Por qué? 

Siempre he tenido la sensación de la existencia de un cementerio gris de escritores argentinos, adonde se entierran muertos ilustres a los que la desmemoria selectiva, los lazos de clase o la mera superficialidad de las modas impiden valorar en toda su dimensión, en su permanencia histórica, en su iluminación para las nuevas generaciones, tanto de lectores como de los mismos escritores (a quienes, por cierto, por esa misma razón les cuesta tanto encontrarse integrando una tradición literaria distintiva). De la nómina relativamente larga de ese panteón gris, un caso paradojal es el de Manuel Puig. Un autor potente, potentísimo, innovador estilística y temáticamente, un rupturista creador de una obra sólida, profunda en la aparente liviandad superficial de sus tramas, y que, sin embargo, ha permanecido en los márgenes, leído apenas en grupos minoritarios, que lo consideran casi un autor de culto. Resurge, cada cierto tiempo, alguna consideración especial sobre su obra, pero es fugaz, no prende. En Puig posiblemente también incida su historia personal, su ruta biográfica: entre su formación en Italia, primero, y su exilio muy temprano (debió huir en 1973) después, vivió relativamente poco tiempo en la Argentina, y sus novelas nos llegaron desde México, que lo acogió y donde murió. Para mí es uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX, aunque permanezca enterrado en ese ubicuo cementerio gris.

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