Escritora, periodista cultural y docente. Publicó los libros de ficción Periodismo, Acto de fé y Los domingos son para dormir y de no ficción La frontera imposible: Israel-Palestina, Apache. En busca de Carlos Tevez y Mujeres de Dios. Como viven hoy las monjas y religiosas en la Argentina. En 2021 ganó el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes en la categoría Letras con su libro de Cuentos Animales de compañía (será publicado en breve por Editorial Entropía).
¿Qué libro, autor o tipo de
literatura considera que está sobrevaluada? ¿Por qué?
En general me parece que la
literatura como discurso político, social y estético no está sobrevalorada en
ninguna de sus manifestaciones. En especial si vemos que, lejos de ser
hegemónica o de influenciar como antaño a gobernantes, ciudadanos; lejos de
promover modelos políticos y filosóficos y ser modélica en cuanto a lo
cotidiano, afecta, importa, apenas a una minoría. Ojo: es cierto que podríamos
leer la pregunta como una provocación que nos llevara a otro debate, reiterado
pero vigente, sobre qué es la literatura, qué es literario, eso que algunos
críticos llamaban el estudio de la “literaturidad”. Y en simultáneo, me
gustaría traer a colación, para discutir, o releer, y darnos cuenta de cómo entra
la valoración, el juicio, el criterio, en teorías como la interesante de
Josefina Ludmer en relación a lo que ella llama “Literatura post autónoma”.
Ludmer señala, sobre el cambio de estatuto de la
literatura, dando una vuelta de tuerca a la mixtura de lo supuestamente
testimonial, de lo supuestamente ficcional a partir de una entidad que llama “la imaginación pública o fábrica de presente”: “El fin de una era en que la
literatura tuvo “una lógica interna” y un poder crucial. El poder de
definirse y ser regida “por sus propias leyes”, con instituciones propias
[crítica, enseñanza, academias] que debatían públicamente su función, su valor
y su sentido. Debatían, también, la relación de la literatura [o el arte]
con las otras esferas: la política, la economía, y también su relación con la
realidad histórica. Autonomía, para la literatura, fue especificidad y
autorreferencialidad, y el poder de nombrarse y referirse a sí misma”.
¿Qué libro, autor o tipo de
literatura considera que debería tener más atención o reconocimiento del que
tiene? ¿Por qué?
A riesgo de sonar naif reivindico
la curiosidad y la capacidad de asombro, aunque, confieso, los propios
prejuicios son difíciles manejar. Hay bellezas y oprobios complicados como para
extraer de ellos generalidades. Muchos de los libros más interesantes que he
leído me han llegado sin ningún tipo de publicidad previa, de sellos pequeños u
olvidados por los grandes.
Otros, con un manejo del lenguaje
despreocupado en el peor de los sentidos, es decir, fruto de la desidia y el
desamor a la escritura, a la lectura, por carriles diferentes, algunos
comerciales, otros desde lugares cultos y elitistas.
A veces, mis estudiantes subestiman los clásicos; suelo echarle la culpa a la mala traducción y a veces, con culpa, a ellos mismos, ¿cómo quieren escribir si no les gusta leer? Es como si a un arquitecto no le gustaran las casas. Así como, en sentido inverso, cada tanto, al encontrar pequeñas joyas en las redes, no legitimadas desde la doxa literaria, recibo alguna crítica por reinvindicarlas. Pienso si no forzaré la acción de capturar esos destellos ¿literarios? que caen como esas imágenes cliché de pétalos desde árboles al viento en primavera, o si quienes amamos la literatura no somos, a veces, demasiado conservadores, y vivimos en esa tensión, ya señalada en términos más precisos e inteligentes, por Josefina Ludmer. De cualquier modo, siempre es una lucha con las convenciones, literarias y críticas, con nuestros gustos, con nuestros deseos, con la frustración de qué valora cultura, la sociedad.
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