LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL DE LA SEÑORITA SONIA
En 1979 Susana Constante, la escritora y traductora argentina
en aquel momento radicada en España donde se quedaría hasta su muerte, ganó el premio
La Sonrisa Vertical con su primera novela, La
educación sentimental de la señorita Sonia. En el prólogo de la reedición
de La educación… en la Serie del
Recienvenido del Fondo de Cultura Económica que dirigió Ricardo Piglia, él hace
mención a una literatura erótica en Argentina: “Sería exagerado decir que esta
novela inaugura la literatura erótica en Argentina; en realidad solo actualiza
entre nosotros una narrativa que hace de la sabiduría y el goce de la mujer su
tema central.” Sin embargo, el premio que en su momento estuvo en auge, cuyo
mayor éxito lo obtuvo Almudena Grande con Las
edades de Lulú, llegó a su fin en 2004.
Sonia es una joven muchacha que viaja en tren hacia la
casa de la condesa junto a un tosco capitán de húsares en un compartimento en
el que pronto irrumpe un hombrecito de carácter sumiso que se les suma. Una
señorita, un caballero y un esclavo; extraños en un tren, un trío de personajes
que en algún momento se consumará del modo imaginable en el género erótico.
La mayor parte de esta historia no se sucede en ese
viaje en tren sino entre las paredes de la casa de la condesa a la que visitan,
que vive con un joven muchacho de quince años del cual es responsable. Aunque
ella les cuenta que es el hijo de su hermana ausente, Sonia entiende de manera
inmediata que no existió una hermana y que el niño es en realidad su hijo.
Entre estos pocos personajes se suceden los encuentros y desencuentros, las
pasiones entregadas o los amores no correspondidos.
En algunos aspectos, la novela avanza por el sendero
de un erotismo delicado y elegante que opta por lo poético para no acercarse a
lo pornográfico. No obstante consigue imprimirle a los tópicos clásicos del
género (hay descripciones de sexo oral, hay tríos, sadomasoquismo, incesto,
abuso) una impronta fresca y desprejuiciada. El deseo y el poder son dos de los
temas centrales en esta historia sobre cómo el amor y el sexo nos terminan de
formar como personas.
Las relaciones se tejen y entretejen y enredan
mientras flota la cuestión del poder, el desear vs. ser deseada. En el tren, la
señorita Sonia le practica sexo oral al Capitán, unas páginas después de que
éste le apagara un cigarrillo en el brazo, y cuando le acaba en su boca ella experimenta
el sentimiento del Poder. Más adelante al Capitán le pasa otra cosa con la
condesa de la cual se enamora: “Era una cosa infernal –reflexionó, al tiempo
que se orientaba hacia el pinar– desear a una mujer de esa manera salvaje y no
obtener más que pretextos y dilaciones. Alexéi llamaba “pretextos y dilaciones”
a la franca repulsa de la condesa, porque su posición en el mundo (o lo que él
creía que era su posición en el mundo) no le permitía aceptarla.”
J.G. Ballard en su prólogo a Crash escribe que “la pornografía es la forma narrativa más
interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos y explotamos los
unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada.” El poder en la
novela de Constante pasa de mano en mano y no sólo con la diferencia de sexos
sino también de clases; un juego entre depredadores y presas cuyos roles luego
se intercambian.
Constante tiene en cuenta que el origen del erotismo
está en el deseo, pero a veces, aunque no deje de ser pasional e intensa, puede
parecer de otro tiempo, como anticuada en forma y escritura: no elige lo explícitamente
pornográfico, el sexo no es lo que importa, sino todo lo que genera alrededor,
en el cuerpo, en las telarañas de las relaciones. Está en los detalles, en las
sensaciones, en la poesía, algo que la aleja del acercamiento que suele haber
hacia el sexo en la literatura actual donde se suele ser más directo. En esa
búsqueda con el lenguaje, escribe: “Y este deseo se explicaba muy mal con
palabras como: chupar, lamer, penetrar, culear y otras. Era algo que, si bien
tomaba como referencia lo concreto de su carne, aspiraba a una posesión de tipo
religioso, místico, total…” Una búsqueda infinita: “(…) si bien no hay límites
ni imposibilidades cuando se trata de amor, siempre es bueno saber que no es
prudente intentar ponerlo todo en palabras. Porque no hay palabras.” Es que más
allá del deseo, del goce, estamos ante una historia de amor.
Puede ser que la primera parte de la novela resulte un
poco recargada de descripciones y es recién poco antes de la segunda mitad
cuando los personajes y las idas entre ellos se desarrollan de una manera más dinámica
y atrapante. La escritura de Constante, siempre sofisticada y poética, a veces
algo fría, logra cautivar y evocar. Se acerca al deseo con una delicadeza que
admiraría Anaïs Nin (una mujer precursora de la literatura erótica), escritora
que siempre defendió la postura de “escribir como una mujer” y que luchó contra
las indicaciones del coleccionista para el que escribía, que siempre le pedía
que erradique la poesía y se enfoque en el sexo. Constante se emparenta con Nin
en que en su historia hay deseo, hay sexo pero también hay sentimientos que a
veces se parecen y pueden llegar a ser ideas del amor.
A la larga, La
educación sentimental… narra el crecimiento de su protagonista no solo
desde el descubrimiento del sexo y el rol que puede tener con él, sino de su
primer desamor. Lo hace a veces de un modo descriptivo y sensorial y otras más
reflexiva y melancólica. Y en su epílogo le da voz a ese otro personaje que
parecía secundario pero termina de reforzar la postura que tiene la figura
femenina en su novela.
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