ENCUESTA SOBRE EDICIÓN: LETICIA MARTIN

LETICIA MARTIN

a) ¿Cuál es tu opinión sobre la autoedición o "edición de autor"? ¿Te autoeditaste alguna vez?

Si bien intento autoeditarme —como autoanalizarme— siempre busco al final la mirada del recorrido que otros colegas o editores, mi compañero, algún amigos o incluso alumno o alumna me lea y devuelva impresiones del texto con libertad. Es necesario re trabajar la propia edición si uno decide hacerla. Son capas de mejoras que se le van sumando al texto. La mirada exterior ayuda a reconocer qué se escribió en realidad, así como a encontrar fallas que no se ven desde el lugar de uno. Creo mucho en lo que pueden ver otros. Me edito —mejor podríamos decir: “me corrijo”— consciente de que nunca es de forma definitiva. No me parece un problema que sea así. Me interesa todo lo que surge en la falla, que a veces incluye interpretaciones para mí desconocidas. Creo que el texto producido es un organismo vivo, que irá cambiando, que crecerá y que, incluso, me irá mostrando aristas de lo escrito que desconocía. Solo hay que saber esperar (algo que en esta época es casi imposible). El sentido excede al corpus. El texto termina de parirse después del trabajo que yo pueda hacer con esas devoluciones exteriores a mi mirada.

b) Cuando llega a tus manos un libro que es una edición de autor, ¿lo abordás con algún prejuicio? 

Sí, pero lucho contra ese prejuicio. No tiene sentido predisponerse así. Se lee mal desde el prejuicio. Se pierde juicio. Muchas veces me he sorprendido gratamente con el trabajo de otros que creen en sí mismos y deciden avanzar sin esperar la autorización del cánon, la academia o el mercado. Muchas veces en esos espacios de independencia hay libertad. Y también muchas veces, en los pretendidos “espacios de validación”, suceden acuerdos silenciosos, favores implícitos, devoluciones de gratitudes, amiguismos y cofradías que nada tienen que ver con el buen arte de la escritura. No agrego a esos favores el adjetivo de “patriarcales” porque a veces son “feministas” ya que, al final del día, como sea, son elecciones afectivas, inclinaciones no del todo racionales, no medibles, para nada necesarias.

c) ¿Nos podés dar algún ejemplo de algún libro autoeditado que recomiendes? 

Me gustó muchísimo el libro El guardián de la colmena, de Leandro Frígoli que salió por Abisinia. Él es apicultor, poeta y Licenciado en Comunicación. Nació en Lobería y vive en Azul. Además es un gran lector. Leí muchos de sus materiales y siempre confié en lo que escribía. La salida de su libro le hizo justicia, le abrió un lugar que no le daban las editoriales grandes, o las más pequeñas que tampoco tienen espaldas para publicar todo lo que les llega, o todo cuanto les gusta.

Fuera de las diferencias que suelen haber en tirada, distribución y prensa, ¿nos darías tu punto de vista de por qué se considera "más seria" una edición en la que el autor no paga por ser editado? ¿Es tan importante la figura del editor?

Que un autor no pague su edición implica, entre otras cosas, que ha sabido esperar, o que ha sido elegido entre muchos otros textos. También, que ha encontrado finalmente un lugar. Para el autor esa espera puede ser activa, puede implicar corrección y retrabajo: seriedad. Como también puede no implicarlo. Todo es relativo. Por su parte, el editor pudo haber estado leyendo muchos manuscritos y debatido y pensado por qué un libro sí y otro no. Solo  con su equipo de editores. Con el financista, con los jefes de la editorial si es una transnacional. El dinero que se necesita para publicar un libro es muchísimo y muy pocas veces se recupera (por lo menos en nuestra editorial es así) Yo no creo que “todo el mundo tiene derecho a ser publicado”. No se trata de derechos sino de oportunidades. Se trabaja para conseguirlas. Se construyen los lectores. Se persuade. Se vuelve a intentar. Se convence a los otros. Se trabaja sobre uno mismo. Creo, sí, en la selección, en el criterio, en la trayectoria, en la acumulación de saberes, en la interacción con otras y otros en un círculo de lectores o en un taller de escritura. Hay algo que sucede en esos espacios que ayuda a tomar conciencia de los propios errores y a mejorar. Escribir, escribimos todos. Sabemos hacerlo. Podemos. El tema es: cómo hacerlo de un modo que destaque, que entregue al lector algo nuevo. Y no digo nuevo por la novedad misma (ya todo está inventado) sino nuevo en su singularidad. Algo propio de ese autor, algo que ese individuo tenía para decir y que no iba a aparecer en la superficie de lo dicho, que no es lo primero que se intenta escribir, o que se cruza por la mente al que escribe. No creo en nada que se resuelva solo pagando. El dinero es necesario para editar. Pero necesariamente es el motor de la edición. No al menos en el caso de nuestra editorial. Si quisiéramos reproducir billetes, haríamos otra cosa. Preferimos reproducir plantas, árboles, vidas, deseos de personas que buscan algo para decir o que, simplemente, buscan decirlo mejor.

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